"Una Nueva Vida" CAP 61: El químico NE (2º Parte)

lunes, 25 de abril de 2011 5 Pablochis comentaron
HOY les traemos el capítulo 61 de "Una Nueva Vida", la novela de nuestro FansClub Oficial e Internacional de Pablochi "Pablochifans".
En el capítulo de hoy, Vale es la encargada de hacer la guardia nocturna para el cuidado de Simón. A la mañana, Vale decide tomar una ducha, en la cual no tiene noción del tiempo. Una vez fuera, Thiago ingresa y ella advierte, apenada, que no le dio la última dosis de aquella especie de somnífero. Los dos corren hacia la habitación y Simón ya no estaba, al igual que las pistolas que Teo tenía en su mochila. Vale y Thiago salen desesperados en su busca. ¿Qué habrá pasado? ¿Lo habrán encontrado? ¿Lo abrán curado? Descubrílo leyendo este apasionante episodio.
Esperamos que les guste y que nos dejen su opinión en un comentario.

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CAPÍTULO 61: El químico NE (2º Parte)

- ¡Esto me supera! ¿Mirá si se levanta re loquito y me mata? No, yo no lo voy a cuidar, perdón, pero me gusta vivir – fue lo primero que atinó a decir Mar, histérica como siempre en estas situaciones, luego de salir de aquel estado de shock que los tres compartíamos.
- Pero mi amor, puede ser más peligroso para todos si no tenemos una vigilancia constante. Te necesitamos, enserio – le dijo tomando sus manos, poniendo su mas perfecta sonrisita compradora, acompañada de un gesto con los ojos muy convincente que siempre funcionaba, pero al parecer en esta ocasión, no.
- ¿Y por que no se consiguen a otro? ¿Por qué no le dicen a Luca que es el mejor amigo? ¿O al profe? – dijo soltando a Thiago y frotando sus manos como solía hacer siempre cuando estaba nerviosa.
- El profe nunca está, y además no quiero que se enteren todos, por lo menos de la gravedad del asunto, no quiero alarmarlos – dijo “el pela” cual presidente que era.
- ¡¿Thiago qué chupaste, querosén?! No son tan pernos como para decir: “Uy, no se despierta, qué lástima”. ¿Te pensás que no van a preguntar? – Cuando ella empezaba a hablar en “su vocabulario”, que tanto la identificaba, era sabido que estaba más que avasallada por la situación.
- Sobre todo Luca – agregué a favor de ella, en eso “la petisa” tenía razón.
- ¡No sabemos cuánto va a durar esto, Mar! – dijo ya superado por la situación.
- Yo no voy a decir nada, pero conmigo no cuenten, hasta acá llegué, perdón – dijo para luego retirarse lo más rápido que pudo. Thiago se dio vuelta para mirarme:
- Bueno, parece que estamos solos en esto – asentí con un movimiento firme de cabeza.
- Yo me quedo de guardia esta noche, y a la mañana, más o menos a las 9am, venís vos y cambiamos, ¿Te parece?
- Perfecto, ahí tenés en el frasco las instrucciones, por lo que vi, es una inyección en el brazo cada 4 horas, la primeras es a las 00.00hs, acordáte por favor.
- Sí, quedáte tranquilo Thiago, andá a dormir – me saludó y se fue.
Me puse el pijama y tiré mi colchón al lado de su cama, lo más cerca que se podía. Eran las 22.00hs, y aunque la primera dosis era en dos horas, estaba muy cansada como para seguir. Debía dormir ese poco tiempo para estar bien lúcida para la inyección. Puse el despertador del celular, el cual deje sobre la mesita de luz de Simón, y me acosté, tomando su mano que colgaba de un extremo de la cama, acariciándola hasta que logré dormirme.
A la medianoche, el celular sonó y me desperté de un salto, muy asustada por aquel repentino ruido. Tarde unos segundos en darme cuenta que era el despertador, el cual apagué posteriormente.
Abrí el pequeño frasco, tomé la jeringa, la introduje en él y la llené. Comprobé que no haya quedado aire en ella y luego puse el brazo de Simón, que aún seguía colgando de la cama, al costado de su cuerpo, sobre el acolchado.  
Apretando los dientes y frunciendo el rostro, pinché la vena de su brazo, y luego de cerrar los ojos, empujé la jeringa para que el contenido de la misma ingresara en el organismo de mi esposo. Una vez que terminé, abrí los ojos, descarté la jeringa, puse el despertador del celular con su nuevo horario, 4am, y me acosté otra vez.
A ese horario, volví a despertarme sobresaltada, pero ya tomándole costumbre, realicé el mismo procedimiento, menos horrorizada que la vez anterior. Volví a poner el despertador, esta vez 7:45am, ya que quería bañarme antes de que llegara Thiago, y me acosté otra vez.
El sol ya había salido hace rato, el celular volvió a sonar, y esta vez me levanté feliz, mentalizándome de que casi llegaba el fin de mi turno, aunque en realidad por el amor de mi vida yo haría cualquier cosa.
Fui hasta mi habitación, tomé la ropa y luego entré en la ducha para darme un baño caliente y totalmente confortante. Me fascinaba sentir el agua cálida a esas horas de la mañana, perdía la noción del tiempo cuando de ducha se trataba, minutos se sentían segundos para mí, más cuando me encontraba recién levantada. Sólo me terminaba de despertar cuando cerraba la canilla del agua y ésta dejaba de caer sobre mí. Me puse mi ropa y me dirigí hacia el gran espejo para peinarme como cada mañana. Thiago entró de repente, hasta podría decir que me asustó un poco:
- Vale, ¿qué hacés acá tan tranquila? – preguntó boquiabierto. Yo me seguía peinando como si nada. - ¿Le diste la  dosis de las 8am no? – Un escalofrío recorrió mi espalda ante aquella frase. Mis ojos se abrieron como platos, dejé de peinarme repentinamente y giré la cabeza en torno a mi amigo, que al ver la expresión de mi rostro, ya se lo imaginaba todo. - ¡¿Vale me estás jodiendo? ¡Son las 8:45!
Thiago salió disparado en dirección a la habitación de los chicos. Tiré el peine en cualquier lugar y salí tras él, sintiéndome una estúpida por lo que había hecho. Thiago abrió la puerta, y al encontrarnos con esa escena, me sorprendí de que nuestro corazón no se haya paralizado por completo. La cama estaba vacía, Simón ya no estaba, y en la habitación se encontraba Teo, revisando su mochila personal.
- Thiago, me sacaron las pistolas, me las robaron – dijo el rubio, y ante aquella afirmación la temperatura corporal se nos heló más todavía. Thiago y yo nos miramos, horrorizados.
- Soy una estúpida, si pasa algo va a ser mi culpa – dije de verdad muy apenada, agarrando mi cabeza.
- No sirve lamentarse Vale, hay que salir a buscarlo ahora mismo. – y los dos salimos disparados hacia ningún lugar, dejando a Teo totalmente desconcertado.
Estuvimos una hora aproximadamente buscando en el campus, pero no lo encontramos ni nadie lo había visto. Estábamos desesperados. Salimos del campus hacia la zona residencial, donde decidimos separarnos para hacer más rápida y efectiva la búsqueda. Thiago fue por una calle y yo por la otra.
Caminé unas cuantas cuadras, ya casi rindiéndome, cuando una voz, la cual conocía muy bien y que se hallaba detrás de mí, me petrificó. Me di la vuelta esperanzada, pero la sonrisa se esfumó de mi cara cuando lo ví. Simón me miraba desde dos metros de distancia, con una pistola en la mano, otra en el pantalón y una expresión de total seriedad, más similar a cuando él se enojaba.
- ¡Quedáte quieta y levantá las manos! – Hice lo que me pidió – Los salvajes no son bienvenidos en este lugar, los tendrías que tener muy en claro.
- ¿Qué salvajes? ¡Simón, soy yo! – le dije ya sin uso de razón.
- Mi escáner no te tiene registrada como que sos de la Urbe, por lo tanto lo sos – dijo ahora apuntándome.
- ¿Qué escáner? ¡Ni siquiera lo tenés! Simón, soy tu Vale, tu novia. Todo lo que estás haciendo es lo contrario a lo que pensás. Mirá en tu interior, date cuenta. Simón, no estás bien. – le dije tratando de que volviera a ser ese hombre que tanto me había enamorado desde el principio. 
- ¡Simón, bajá el arma! – dijo Thiago, el cuál apareció por detrás de mi y ahora se me había puesto delante, como un escudo.
- ¡Vos también quedáte quieto, salvaje!- gritó, sacándole el seguro a la pistola.
- Simón, los salvajes ya no existen, somos todos una sociedad ahora. Miráme, soy Thiago, tu hermano del alma. Lo que te dijo Vale es verdad. ¡Simón reaccioná por favor! – decía a medida que se acercaba a él cada vez más y más.
- ¡No sigas avanzando o disparo! – amenazó mi esposo, en un estado de locura irreconocible. Thiago dio un par de pasos más, y antes de que Simón disparara, como un milagro, algo lo detuvo. Cayó de cara al piso, y ahí vimos lo que sucedió. Un dardo había impactado en su nuca provocando aquella consecuencia. Unos cuantos metros a lo lejos, Kant se hallaba con una pistola muy angosta. Se acercó a nosotros.
- Como verán, conseguí la cura – dijo sacando el dardo del cuello de Simón. Gritamos de felicidad y lo abrazamos en forma de total agradecimiento, para luego llevar a Simón hacia su cama, y como nos había informado Kant, para esperar también a que se despierte y vuelva a ser el mismo de siempre, el hombre de mi vida.


5 Pablochis comentaron:

  • Leticia dijo...

    hola soy de Brasil, y quería decir que me encanta esta novela y que hay que felicitar, porque es muy buena.
    parabenos, el capítulo fue genial, me encantó
    Besos

  • giuli dijo...

    me encanto el cap , por un momento pense que le iba a disparar a tiago pero por suerte llego san kant jaja a salvarlos.
    espero ansiosa el siguiente cap besos